Cuando algún asunto me lleva a la Merindad de montija aprovecho para acercarme a Agüera, el último pueblo antes de comenzar el descenso a Cantabria por el puerto de los Tornos.
Merece la pena tomar un café con calma en el bar del pueblo, uno de esos pocos lugares donde las reformas, el diseño y la modernidad, afortunadamente, se han olvidado de pasar. Un café de puchero, con leche leche, de vaca quiero decir. Delicioso. El bar es además una tienda de ultramarinos de las de siempre, frutas, conservas, tiras para atrapar moscas, jabón chimbo...poco a poco el lugar se llena de parroquianos, unos a tomar un vino con jamón, otros a algún pequeño recado. ¡Qué suerte que todavía se puedan encontrar estos sitios!.
Acercarse a la panadería es otro lujo, un horno de leña del que ves salir un pan exquisito y unos tortos rellenos de chorizo increibles.
Hoy nos volvemos a casa con buen sabor de boca.
Preciosos lugares.
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